Silvio Katz: “Mi historia es el lado B de Malvinas”
Mientras espera justicia en el avance de la causa por violación de derechos humanos, el soldado conscripto relató el antisemitismo y las torturas que sufrió por parte de su oficial a cargo durante el conflicto de Malvinas.
Silvio Katz tenía tan solo 19 años y se encontraba haciendo el servicio militar obligatorio cuando le avisaron que debía ir a luchar a Malvinas. “Al enterarme sentí mucho miedo y dolor”, contó. Y es que él sabía muy bien que nada bueno podría venir de una guerra. Su padre había sido un judío alemán que vivió la segunda guerra mundial y vino a Argentina para escapar del holocausto.
En un principio le habían dicho que debía ir a Comodoro Rivadavia, pero una vez allí lo cambiaron de avión y lo enviaron directamente a las islas. Llegó el día once de batalla y de un momento a otro se convirtió en un soldado. Más bien, era un civil al que vistieron de verde, le dieron un fusil que no sabía cómo manejar y lo pusieron a hacer guardia en las costas del océano para evitar el desembarco de buques enemigos.
Como si el dolor y el miedo de tener que participar en una guerra no fueran suficientes, Silvio también tuvo que lidiar con las torturas de su oficial a cargo durante toda su estadía. Lo había tomado de punto por su religion y su antisemitismo se expresó en una violencia psicológica y física que fue empeorando a medida que avanzaba el conflicto.
Guardó silencio durante mucho tiempo luego de volver. Sin embargo, hoy, 42 años más tarde, logró salir adelante y se convirtió en una persona que disfruta de sus hijos y de su vida. Hace seis años se jubiló y hace diez que se dedica a dar charlas con el objetivo de generar conciencia para que las injusticias que le pasaron a él no vuelvan a suceder.
¿Cuándo arrancaron las torturas?
Nos dimos cuenta de que nuestro oficial a cargo, una persona de estudio, de carrera, tenía tendencias antisemitas, nazistas y torturaba a la gente. Y yo, era el único judío que tenía en el grupo. Al principio fui torturado psicológicamente, pero a partir del primero de mayo, que es cuando los ingleses derriban en el buque General Belgrano, empezó a vivirse una situación muy tensa en la isla y la cosa se empezó a poner física. Me torturaba una vez cada tres días por lo menos.
¿Qué te hacía?
Me llamaba “judío de mierda”, me acusaba de traidor, como si yo fuera el real culpable si esa guerra se perdía. Hasta me acusó de haber matado a cristo. Son cosas imposibles de creer, pero sin embargo, así como pasaba acá en el continente, en las islas había mucha gente con esas ganas de creerle a los militares que estaba todo bien y algunos prefirieron creer que yo era el traidor. En cuanto a lo físico, las torturas iban desde apuntarme con un arma en la cabeza hasta estaquearme. Además, nos hambreaba, no nos daba la comida que nos correspondía y nos hacía tomar agua desde un pozo en la tierra. Yo volví a mi casa con 26 kilos menos de los que fui.
¿Cómo se llamaba tu oficial a cargo?
El cabecilla y la persona que más se ensañó conmigo, se llamaba Eduardo Sergio Flores Ardoíno, murió el año pasado. Era un oficial de primer rango, subteniente. Y después, todos los suboficiales que estaban debajo de él colaboraron para ejercer las torturas. Estos suboficiales no se si viven o no, realmente nunca me preocupé. Fiochi se llamaba uno, Cancino otro, eran variados…
¿Lo denunciaste?
Sí, lo denuncié durante muchos años pero nunca quiso confrontarme. Yo soy una de las personas que más testigos tiene de la causa y sé que algunos testigos que estuvieron ahí conmigo lo han hasta amenazado telefónicamente, algo que yo jamás hice porque, más que venganza, yo siempre quise justicia y después que realmente dé explicaciones. Este año se cumplen 42 años de Malvinas y son 42 años dando explicaciones de por qué soy como soy, por qué tengo problemas para dormir o por qué tengo reacciones a veces que no se entienden. Más que estar hablando de esto, me gustaría estar hablando de él y que la sociedad decida cuál de los dos tiene razón. En mi descargo, la gente que me tiene que creer me cree y sigo tranquilo explicándole a mi familia quién es Silvio.
¿En qué consiste la denuncia?
Mi denuncia fue a él, pero en realidad esto después derivó en una denuncia hacia el Estado por abandono de personas y por delitos de lesa humanidad. Así que empezó como una denuncia hacia él y después se unió a una mega causa donde hay casi 100 militares denunciados y más de 120 denunciantes. El gran problema es que la causa empezó en el 2007 y en esos 25 años que pasaron desde 1982 hubo muchos suicidios y mucha gente que sigue aún sin querer hablar. En realidad tendría que haber muchos más denunciados y muchos más denunciantes. Pero los que estamos y los que quedamos todavía con ganas de pelear, lo seguimos haciendo.
¿Se intensificaron las torturas hacia el final de la guerra?
Si. A medida que pasaba el tiempo se ponían peores porque él tenía más miedo tenía y menos autoridad. Trataba de imponer su respeto de esa manera. Hasta una semana antes de que termine la guerra las torturas iban aumentando, pero cuando ya faltaba una semana aflojó porque se veía que estaba muy muy cerca el final. Creo que tuvo miedo a que alguno de nosotros se diera vuelta y lo ajusticiara ahí. Creo que más por miedo que por otra cosa frenó.
¿Por qué crees que te torturaba?
Para querer generar autoridad y proque era profundamente antisemita. Al principio no me di cuenta, pero uno va creciendo y hoy con 61 años creo que es una mezcla de esos dos factores. Su antisemitismo se manifestó ya de entrada, y ese miedo a morir en la guerra hizo que, bueno, tratara de disfrutar el dolor de otro.
Otra razón es el contexto de dictadura. Si torturaban acá, imaginate allá, donde no había publicidad y no había quien diera la cara por nosotros. Tenían totalmente libre el acceso a jóvenes de 19 años y actuaron con total impunidad. Creo que si hubiera estado acá en vez de en Malvinas me hubieran torturado con algún otro motivo, pensar diferente, tener una religión diferente, ser diferente.
¿Pudiste hablar de esto al volver?
Al principio no. Con mucho tiempo y mucha terapia me di cuenta que es parte de un proceso. Me metieron tanto miedo con esas torturas, tanto dolor, que pensé en algún momento hasta que podía haber sido yo el culpable de haberlo causado. Mi rol de víctima no me permitía ver que en realidad tenía que denunciar para dejar de hacerlo. Cuando pude empezar a hablar fue coincidente con el nacimiento de mis hijos. Quise darles otro tipo de padre, no el padre que yo tuve. Quise sacarle el horror a la guerra y no contar desde la tortura, sino desde que ahora era un tipo que tenía aspiración a vivir de otra manera. Y de ahí me fui convenciendo de que tenía que contarlo y de cómo tenía que contarlo.
¿Los militares intentaron silenciarlos?
Si. Ya en la isla nos pedían que no contemos nada. La única forma que teníamos de comunicarnos con nuestra familia era mediante cartas y nos exigían que no pongamos nada, que los denuncie o que diga que estábamos mal. Nos decían que era para que nuestra familia no sufra pero en realidad era para que no haya denuncias. Y a la vuelta nos quisieron hacer firmar a todos un papel que desligaba al ejército de cualquier culpabilidad. No lo firmé y me han perseguido un montón de tiempo por no hacerlo.
Recién en el 2007, 25 años después de la finalización de la guerra, se abrió la causa ¿Por qué tardaron tanto tiempo en hablar?
Algunos sí hablaban, pero no eran escuchados. Además, hay una extensa división entre los veteranos sobre el tema Malvinas. Hay muchos que creen que contar esta parte de la historia les saca el papel de héroes. Como realmente a mí y a muchos otros el papel de héroes no nos importa, sí denunciamos. Pero nadie quería escuchar. Todos creían que era un invento. Cuando yo contaba al principio que había sido torturado, todo el mundo suponía que había sido torturado por el ejército inglés. Cuando yo decía que era el propio ejército argentino, trataron de callarme a mí como a tantos otros, porque no estaba bueno sacar a Malvinas y el contexto del heroísmo. Decían que era “mariconear la causa" y bastardear una gesta patriótica. Cuando tuve la libertad de poder expresarme, tuve también la suerte de poder denunciarlo. Pero hay gente que sigue pensando que si denuncia, deja de ser héroe. Nos guste o no, fuimos víctimas de ese estado militar que nos gobernó. Después nos acusaron a un montón de los que estamos en la causa de cobrar dinero. Los invito a que vengan a mi casa y controlen todas mis cuentas. Soy tan pobre como antes, así que no sucedió eso.
¿Cuál es el estado actual de la causa?
Si. Ya en la isla nos pedían que no contemos nada. La única forma que teníamos de comunicarnos con nuestra familia era mediante cartas y nos exigían que no pongamos nada, que los denuncie o que diga que estábamos mal. Nos decían que era para que nuestra familia no sufra pero en realidad era para que no haya denuncias. Y a la vuelta nos quisieron hacer firmar a todos un papel que desligaba al ejército de cualquier culpabilidad. No lo firmé y me han perseguido un montón de tiempo por no hacerlo.
¿Hay alguna manera de que vos sientas justicia por lo que pasó?
Sí, basta solamente con que se presenten las audiencias y den explicaciones. Quizás yo no reciba justicia personal, pero hay muchos otros veteranos que están muriendo sin recibir justicia. Ver a la gente recibir justicia va a hacer que aquellos que no pueden hablar o declarar, se animen y se produzca una justicia masiva. Esto tiene que saberse porque es parte de la historia y cada vez estamos quedando menos. Yo siempre que voy a dar charlas termino diciendo que mi historia es el “lado B” de la guerra, porque no es lo que vemos los dos de abril, con todo el heroísmo. Pero es parte también de esa historia. Negar esto es negar Malvinas.